La intolerancia y la sofisticada ética intercultural
By Milton J. Bennett posted 19/01/2015 / traducción de Alejandra Ferreiro
Recientes eventos en Francia muestran las limitaciones de la tolerancia, y nosotros como interculturalistas podríamos sugerir algunas respuestas más respetuosas y éticas a esta tragedia (Nota del editor: se refiere a los ataques a la revista Charlie Hebdo).
En torno a la tolerancia se da una paradoja: la tolerancia está basada en la idea de que sería mejor no ser diferentes. Ser tolerante equivale a decir “preferiría que fueras como yo”, pero te voy a perdonar magnánimamente por desviarte del standard. A cambio de este regalo preferencial que te hago al tolerarte, solo te pido que en nombre de “la libertad de expresión” no tomes en cuenta ningún abuso verbal que yo pudiera propinarte. Y, adhiriendo a la Regla de Oro, te permitiré, en principio, que me abuses de la misma manera.
La tolerancia no es una condición muy estable. Un desequilibrio en el toma y daca, una injusticia histórica desenterrada, o un leve incremento de la demagogia es suficiente para darle a mucha gente la idea de caer en el prejuicio rampante, en la represalia violenta, e incluso en el genocidio.
Sin embargo, se publicita la tolerancia como la única alternativa a nuestra tendencia a destruir la diferencia. ¿Por qué esta imperfecta estrategia para lidiar con la diferencia tiene a nuestra aspiración tan bajo control?
Porque no sabemos cómo respetar a otros.
Respeto – la idea de que otra gente y sus culturas son tan valorables como las nuestras y que nuestras diferencias son en beneficio mutuo- requiere que hayamos hecho un SALTO EPISTEMOLOGCIO. Requiere que hayamos tomado conocimiento acerca de la existencia de modos alternativos de ser y estar en el mundo que son diferentes de los que nos son propios, y que incluso hasta pueden llegar a ser difíciles de imaginar. En otras palabras: esta comprensión requiere de nosotros que dejemos de funcionar en el modo absolutista y dualista de comprender la realidad y cambiemos a otro más relativista.
La gente se desanima respecto a hacer este cambio porque en el relativismo no hay modo moral de medir: lo que puede ser Bueno en mi realidad puede ser Malo en la tuya, y viceversa. Esto podría no ser verdaderamente un problema si nosotros sostuviéramos nuestra herencia humana de vivir separados en mundos que no interactuaran. Pero no es eso lo que hacemos. La realidad de las sociedades multiculturales -no importa cuán tolerantes seamos- es que las acciones sociales inevitablemente favorecen a unos sobre otros. El problema es que no tomamos estas acciones respetuosamente, sino que justificamos nuestras imposiciones con principios supuestamente universales tales como “derechos humanos” o la “libertad de expresión” (o “la Palabra de Dios”), en otras palabras, cuando nos enfrentamos con la inevitable elección ética, suponemos que no tenemos otra elección que actuar etnocéntricamente.
¿Hay una alternativa viable? Si: Aceptar que lo que tenemos en común como seres humanos es nuestra diversidad. Si aceptamos que cada decisión ética implica un choque de alternativas viables, y que la sofisticada ética intercultural es la habilidad de navegar estas aguas ambiguas respetuosamente.
Estos son algunos de los temas explorados en las investigaciones que apoya el IDRInstitute y los seminarios ofrecidos a través de la IDRacademy.